miércoles, 15 de junio de 2011

Luna llena de Junio



No tengo mucho que decirte, luna.
La última vez que estuviste aquí te llevaste a mi madre.
O quizá fue ella la que decidió mudarse definitivamente a vivir en tu blanco resplandor para siempre…

Quizá hay una madre en la luna,
pequeñita, traviesa, que a veces sonríe.
Es inocente, reservada.
Nunca da unas muestras de amor exagerado.
A veces parece tan lejana…
Acaricia distraídamente, siempre menos de lo deseado.

Ella se ocupaba de las cosas sencillas
que a veces son las más difíciles.
Ella nos ponía un ratoncito dorado, con los ojos verdes, en el abrigo del colegio para que no nos confundiéramos a la salida.
Ella estaba conmigo cuando estaba enferma, y me compraba cuentos para que no me aburriera.
Nos contaba historias de miedo, leía mucho y a veces escribía poesías preciosas.
Cuando era niña, me peinaba, con sus manos pequeñas, con una trenza larguísima que a mí, gruñona impertinente, nunca me parecía del todo bien.

Siempre en un segundo plano.
Cuando lloraba, el mundo entero era gris
Cuando reía, todo estaba bien.
Aunque entonces yo no me diera mucha cuenta.

Mi padre era el sol que a veces te deslumbraba, y ella era como la luna, siempre estaba allí, aunque durante el día no se la veía.

Ella no se fue a la luna de repente. Durante mucho tiempo iba y venía, estaba confusa, no recordaba. Yo me enfadaba. He vivido los últimos años con un enfado terrible por esto. En los últimos tiempos paseaba por su mundo lunar, y a veces bajaba para pedirme dinero para el autobús, aunque ya no sabía donde estaba su casa. También aterrizaba a mi lado para cogerme la mano y decir que ella también me quería.
Estaba orgullosa de sus dos hijas. Llevaba un colgante en forma de corazón con nuestras fotos y se lo enseñaba a todo el mundo.

Una mañana de primavera, cuando la luna estaba ya llena, se fue para siempre.
Yo ya sabía que se iría. Esperé durante toda la noche, a oscuras para no molestarla, sin atreverme a tocarla y cuando se hizo de día y me fui a dormir, ella aprovechó para escaparse en silencio.

Ahora la luna y mi madre se confunden.
Luna mamá, te pido que veles por nosotros. No me abandones, ayúdame. Acompáñame, te necesito de verdad. Mírame desde ahí arriba. Ahora puedes verme bien. Ahora sabes algunas cosas que nunca te pude decir y otras que sí te dije pero tu olvidaste.
Cuida de nosotros, protégenos y danos luz. Y espérame. Hazme un sitio ahí, en tu planeta, cerquita de ti, para que no me sienta sola cuando vaya.
Y dile al viento del destino, ese que sopla suavemente por ahí arriba y que a veces susurra nuestros nombres, que yo también quiero ser madre, que lo deseo mucho.