lunes, 26 de septiembre de 2011

Comiendo luna

Me comí una luna. Exactamente la de Agosto. No fue descuido ni olvido. Fue con premeditación y alevosía. Y nocturnidad, claro.
Incluso es posible que reincida y me coma alguna otra de vez en cuando. No me siento nada culpable.
Pensé que sabría como esas tortas de arroz que la gente come cuando está a régimen y que son completamente insípidas, como de plástico. Pensé también que se me quedaría pegada al paladar un rato, como la luna miniatura que te dan en las iglesias.
Pero, no. Esta estaba buenísima, crujiente y no se pegaba nada. Un poco salada, como las lágrimas de estos últimos años. Se volvía dulce cuando casi estaba terminando.



No me olvidé de encender mi vela esa noche, ni de pedir. M. no me lo habría consentido. Pero tenía hambre, y en cuanto apagué la vela…¡zas! me la comí.
Hambre de alegría, de compañía, de luz. De juerga, de cachondeo, de despreocupación.
Mary Carmen, que también está atenta a la luna llena (por la cuenta que le trae), me vio, así que no me queda mas remedio que reconocerlo y afrontarlo.

Pensé que nadie se daría cuenta. Escribo muy poco últimamente y recibo pocas visitas. Esto no es un reproche, es normal, porque privaticé el Blog para que ningún desaprensivo me revolviera el cajón de mis intimidades. Porque en estos últimos meses mis amigos y amigas están abducidos por el Facebook. Porque dice mi hermana que cada vez que entra aquí le dan ganas de llorar y prefiere no leer lo que escribo.
Mary Carmen, no sabes lo que agradezco cada vez que me dejas un comentario. Ya sabes que escribo para mi pequeña Yàn Lee, que no sé si vendrá finalmente y podrá leer todo esto. Pero tu voz, tus comentarios, me acompañan y no me dejan oír ese eco de mis propias palabras que dice que estoy sola escribiendo mis sentimientos para un pajarillo fantasma que quizá no lo lea nunca.

Han pasado ya muchas lunas. Empecé a escribir en este Blog el 13 de Febrero de 2009, y no tenía muy claro que lo fuera a continuar. Al principio escribía muy seguido, como con prisa. Ahora me lo pienso mucho antes de escribir, porque a veces duele. Y no es eso lo que quiero trasmitirle a mi pequeña golondrina. Es a ella a quien van dirigidas mis palabras. Cada imagen, cada frase, cada luna llena es para ella. Pero no quiero que me sienta triste.
No quiero que piense que cada uno de estos años ha sido desgraciado.
Sigo teniendo ilusión, pero en los últimos tiempos es como una llamita pequeña, encerrada profundamente para que el viento no pueda apagarla.
Es curioso. Los sentimientos puros, el dolor más desgarrador o la ilusión más resplandeciente, parece que tienden a suavizarse a través del tiempo, a difuminarse. En realidad se fijan y acaban formando parte de uno mismo, disolviéndose con el resto de las células. Eso se llama asimilación. Asimilas que tus seres queridos se fueron y no volverán nunca, asimilas que persigues una ilusión que quizá no se cumpla jamás, y eso forma parte de ti mismo para siempre, sin remedio. Asimilas porque es la única forma de protegerte, para no hacerte más daño. Porque no se debe vivir cada día con sufrimiento, con el sentimiento agónico de pérdida de lo que mas quieres o lo que más deseas.

Por eso me comí la luna. Y por eso a lo mejor me la vuelvo a comer cuando aparezca.

2 comentarios:

  1. No te voy a dejar que asimiles tu ilusión de ser madre, no te lo voy a permitir, estaré aquí luna tras luna, mes tras mes para recordarte tu sueño, para recordarte que llegaremos, para recordarte que te acompaño, que tu ilusión es la mía, que tu paciencia es la mía, que nuestra fuerza unida es más grande y que noooooo..... me niego a que asimilemos nuestras espera, a que te relajes o a que pienses que nuestros sueño se difuminará como esa luna llena cuando llega el día.
    Juntas lo conseguiremos... amiga mía te quierooo.
    Mary-Carmen.

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  2. Oye, que yo no he dicho nunca que prefiero no leer lo que escribes porque me da pena. Me da pena y muchas veces lloro cuando lo leo, pero siempre vengo a mirar. Y siempre la alegría de tener una hermana como tú y ese orgullo que siempre, termina por superar la tristeza.
    ¡Que no te vuelvas a comer la luna! Un tomatito, si acaso, que también es redondo y es rojo como el hilo, pero la luna, tu luna, no!!!

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